Muchos
años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel
Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su
padre lo llevó a conocer el hielo. Macondo era entonces una aldea de
veinte casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un río
de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras
pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos. El mundo era
tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para
mencionarlas había que señalarlas con el dedo. Todos los años, por
el mes de marzo, una familia de gitanos desarrapados plantaba su
carpa cerca de la aldea, y con un grande alboroto de pitos y timbales
daban a conocer los nuevos inventos. Primero llevaron el imán. Un
gitano corpulento, de barba montaraz y manos de gorrión, que se
presentó con el nombre de Melquíades, hizo una truculenta
demostración pública de los que él mismo llamaba la octava
maravilla de los sabios alquimistas de Macedonia.
Cien
años de soledad, Gabriel García Márquez
La
Sara llevó el peso de la casa desde la muerte de su madre. Tenía el
pelo rojo e híspido
y era corpulenta y maciza como el padre y el hermano. A veces,
Daniel, el Mochuelo, imaginaba que el fin de la madre de Roque, el
Moñigo, sobrevino por no tener aquélla el pelo rojo. El pelo rojo
podía ser, en efecto, un motivo de longevidad o, por lo menos, una
especie de amuleto protector. Fuera por una causa o por otra, lo
cierto es que la madre del Moñigo falleció al nacer él y que su
hermana Sara, trece años mayor, le trató desde entonces como si
fuera un asesino sin enmienda. Claro que la Sara tenía poca
paciencia y un carácter regañón y puntilloso. Daniel, el Mochuelo,
la había conocido corriendo tras de su hermano escalera abajo,
desmelenada y torva, gritando desaforadamente:
—¡Animal,
más que animal, que ya antes de nacer eras un animal!
Luego
la oyó repetir este estribillo centenares y hasta millares de veces;
pero a Roque, el Moñigo, le traía aquello sin cuidado. Seguramente
lo que más exacerbó y agrió el carácter de la Sara fue el rotundo
fracaso de su sistema educativo. Desde muy niño, el Moñigo fue
refractario al Coco, al Hombre del Saco y al Tío Camuñas. Sin duda
fue su solidez física la que le inspiró este olímpico desprecio
hacia todo lo que no fueran hombres reales, con huesos, músculos y
sangre bajo la piel. Lo cierto es que cuando la Sara amenazaba a su
hermano, diciéndole: "Que viene el Coco, Roque, no hagas tal
cosa", el Moñigo sonreía maliciosamente, como desafiándole:
"Ale, que venga, le aguardo". Entonces el Moñigo apenas
tenía tres años y aún no hablaba nada. A la Sara la llevaban los
demonios al constatar el choque inútil de su amenaza con la
indiferencia burlona del pequeñuelo.
El
camino, Miguel Delibes
A continuación, os paso un enlace de un texto periodístico dialogado, para que lo leáis y lo trabajéis en casa:
MODELO DE EXAMEN:
1. Realiza el comentario del fragmento propuesto teniendo en cuenta las cuestiones
siguientes:
siguientes:
a) El tema del texto (0,5 puntos) b) Adecuación, coherencia y cohesión así como características lingüísticas más sobresalientes (1,25 puntos) Tipo de texto, modalidad o modalidades textuales y ámbito al que pertenece (0,25 puntos).
2. Redacta un resumen del contenido del texto (1 punto).
3. Analiza sintácticamente: Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. (1 punto)
4. ESCOGE A o B (1 punto)
a) Indica a qué categoría gramatical o clase de palabras pertenece seguramente, analiza su estructura morfológica y señala a qué proceso de formación de palabras responde.
b) Indica las partes en las que se divide filántropo, enuncia el significado de cada uno de sus lexemas clásicos y redacta el significado de la palabra.