domingo, 10 de enero de 2016

EL TEXTO

El texto es la unidad comunicativa con sentido completo. Nos comunicamos a partir de textos: orales o escritos. Cuando realizamos el acto de comunicarnos, siempre lo hacemos con el objeto de obtener algo, de ahí la intención comunicativa que vertebrará los elementos del texto, en función de las necesidades del autor para obtener un óptimo resultado a lo que pretende.

Si, por ejemplo, la intención del autor es informar acerca de algo, el tipo de texto escogido será el periodístico, el cual, a su vez, condicionará los diferentes recursos que se empleen a la hora de comunicar. De este modo, el tipo de texto determinará la modalidad textual empleada (narración, descripción, diálogo, exposición, argumentación) en aras de conseguir que se establezca una comunicación idónea. Un autor puede querer informar acerca de una realidad de un modo objetivo, por lo que la modalidad pertinente será la narrativa. Si, por el contrario, el autor es más partidario de informar dando su opinión, elaborará un discurso en el que pueden entremezclarse la exposición y la argumentación, con el propósito de fundamentar aquello de lo que habla, darse a entender correctamente y, de paso, tratar de empatizar con el receptor.

La organización de los contenidos del texto determina la modalidad textual. La utilización de unos recursos u otros vienen siempre justificados por la intención comunicativa. Es decir, al autor lo que le preocupa es enlazar con éxito el texto con su contexto, con el receptor (adecuación), de ahí que decida qué elementos emplear para llevar a cabo su discurso de un modo eficaz. Para ello, adecuará el texto a un registro idóneo para el receptor. Tanto las funciones del lenguaje empleadas (expresiva, apelativa, representativa, fática, poética y metalingüística), como las modalidades del discurso (enunciativa, interrogativa, exclamativa, exhortativa, dubitativa, desiderativa) serán claves para hacer avanzar el texto de un modo fiable para el autor.

El texto se estructura en párrafos, de manera ordenada, para conseguir un sentido global. Esto es a lo que llamamos coherencia. Para ello, el autor se vale de diferentes recursos en función de la complejidad del texto: estructura lineal, deductiva, inductiva o circular (también llamada encuadrada). La progresión temática es uno de los elementos clave en la evolución del texto. Se entiende como tema la información de la que dispone el receptor (aportada por el emisor y que suponen la continuidad del texto) y como rema los datos nuevos que van añadiéndose a medida que avanza el discurso. Tanto uno como otro van evolucionando mientras progresa el texto.

Los recursos de los cuales se sirve el emisor para otorgar coherencia al texto son aquellos que hacen posible la cohesión. Es imposible disociar ambas propiedades. Una complementa a la otra. Tanto es así, que algunos estudiosos de la lengua denominan a la cohesión "coherencia interna". Un texto bien elaborado, que atiende a una correcta competencia comunicativa, recurre a una serie de elementos que enlazan las diferentes partes del discurso, tales como la recurrencia (fónica, léxica, semántica, morfológica y sintáctica); la sustitución (proformas, adverbios deícticos, hipónimos, etc). Cuando la referencia es interna al texto (es decir, que no pretende ubicar el texto en un contexto), encontramos la deixis interna (anáfora y la catáfora). Cuando la referencia es externa al texto, encontramos la deixis externa cuya función es ubicar el texto en un lugar o tiempo determinados (aquí, ahora, en 1850, mañana, etc.)  La elipsis y los conectores supraoracionales completan el proceso de cohesión, pero también, claro está, de coherencia.

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